Domine non sum dignus

Domine non sum

 

I

Pulsaron, ávidos, tus dedos,

el dormido teclado,

y despertaron en tropel

los apagados ruiseñores

que en el silencio habitaban.

Cruzaron el puente

que tu mano me tendía,

en desbandada,

y remontaron el vuelo

perdiéndose más allá de tu reino,

como notas de música,

fugitivas.

Cuando me atreví a mirarte,

el desengaño se asentaba en tu mirada.