Al otro lado del silencio

El alarido rebotó entre los dientes,
escapándose.
Y agitó el aire en la superficie
del mar,
y rebotó en el agua como una piedra
redonda, multiplicándose,
y resonó al final como un estruendo,
como una ola gigantesca estrellándose
contra el acantilado.
Y tú no resucitaste.

Porque eso es estar muerto: no resucitar.

Al otro lado del silencio

Debió dolerte la sangre derramada
y el estupor,
el hondo hueco por donde se deslizara
la memoria de aquel instante desmesurado
y triste.
Debió dolerte la fragilidad de la vida,
la instantaneidad de la muerte,
la voluntaria mano que propiciara
todo este dolor posible.
Debió dolerte tu cadáver, súbitamente
plateado y muerto.

Del libro «La Cumbre del Alcor»

Yo, Attagsa, hija predilecta de Ibrahím,

me acojo al Señor del Alba

de la mañana para que me salve,

porque he arrojado sobre mi alma

el oscuro peso de mi conciencia

atormentada por este amor

del que no quiero libertarme.

Con el asombro de mi espíritu

lo he recibido;

a sabiendas de su penalidad

lo he retenido en mi corazón;

con desmesurado júbilo lo he aceptado

en mi pecho, cobijándolo.

Como alargada sombra desdobla

todos mis pasos;

como almenara, dulcemente alumbra

mi aposento;

como planta almizcleña me embriaga.

Y nada hay ya que desprenderme pueda

de tan divino poderío.

Je ne veux pas mourir

Je ne veux pas mourir
dans ma propre peau !
je veux m’étendre,
aller plus loin d’elle même,
m’enfoncer, silencieusement,
dans la mer et dans la terre,
me répandre partout,
me fondre avec toi-même…

Je veux sentir
la main qu’on aime
glisser en moi,
chercher, doucement,
les portes de la vie,
arracher mon silence,
déraciner ma douleur,
mon fallacieux calme…

Je veux sentir ta main
dénuder l’amour,
cet amour qui m’opprime
jusqu’ à sa plus profonde racine.

Je veux rester vide,
ouverte, comme une grande terre,
à la nouvelle semence
de ton sang et de ton héritage.

Je ne veux que mourir
une seule fois
dans ta propre peau !
te croiser dans mon chemin,
dans ton sourire, fleurir…

Domine non sum dignus

I

Pulsaron, ávidos, tus dedos,

el dormido teclado,

y despertaron en tropel

los apagados ruiseñores

que en el silencio habitaban.

Cruzaron el puente

que tu mano me tendía,

en desbandada,

y remontaron el vuelo

perdiéndose más allá de tu reino,

como notas de música,

fugitivas.

Cuando me atreví a mirarte,

el desengaño se asentaba en tu mirada.

En las redondas lunas de mi cuerpo (3)

HERIDA MORTAL


Se le quedó la noche entre los ojos,
y la dicha antigua
dormida en la conciencia.
Se le quedó el dolor de aulagas negras
de tus manos,
y un silencio repentino
en la sonrisa.
Y la mirada prendida, se le quedó,
en el turbio pozo de la nostalgia,
mientras sus afilados dedos
deshojaban margaritas
abatidas por el desencanto.
Se le quedó un espasmo dulce de paloma
y una extraña fuerza contenida,
y en su alcoba,
muros de penumbra en los rincones,
y una lluvia de fuego
hecha cenizas.
Va a morir de amor,
y no lo sabe:
es herida mortal la que le sangra.